18 ene 2005

¡Sensacional de Chapuzas! Por wey eres el número: 2

En segundo lugar tenemos otra chapuza estelarizada por mí mismo. Es una chapuza larguísima, muy trascendental, tiene de todo, y es en sí una gran parábola kármica-abracadábrica-fufurufa. Ha sido descrita como la obra maestra del arte chapucero barroco churrigueresco del presente siglo. (Con esta introducción pretendo interesarlos para que la lean completita.)
(Tomo aire)
Pues ahí les va:

Corrían los primeros años del XXI y yo me encontraba vacacionando con mis cuates en la playa virgen-y-mágica del litoral oaxaqueño. Por virgen y mágica debemos entender que no había señal de celulares y que se fumaba marihuana a mansalva.

Dicha situación virginal y mágica nos obligó a ir a Puerto Escondido al quinto día de viaje, para sacar dinero del cajero y comprar mezcal, esa divina bebida que utilizaban los antiguos cuando querían quedarse ciegos. Fue una tarde bonita. Yo aproveché para comprarme unas sandalias de cuero para playa color mamey, que acabarían siendo tiradas a la basura porque olían muy gacho a cuero chafa mojado. Mas en el tiempo que nos ocupa era yo muy feliz con mis chanclitas, y traía a mis tenis en una bolsa de plástico en la mano.
Nos dio la noche. Tuvimos que irnos en taxi, porque ya no pasaban peseros. El taxista se detuvo frente al restaurante El Malecón, y tocó el claxón.
Una señora salió a darle un beso de trompita al taxista, y éste le dijo:

-Voy a llevar a estos muchachos a la playa virgen-y-mágica. Tu vete a la casa, y métete al horno porque no quiero que te me enfríes, nena. Cuicos.

El resto del viaje transcurrió sin mayor incidente. Al descender del vehículo, sin embargo, me percaté de que la bolsa de plástico que contenía mis tenis se había quedado adentro. Muy tarde grité para que el taxi se detuviese. Era ya un punto amarillo que se perdía a la distancia.
Juré recuperar mis tenis. Teníamos historia, ellos y yo. Eramos aún más cercanos que Gloria Trevi y sus zapatos viejos: a mí ni me pasaba por la cabeza el quererlos tirar.

Al día siguiente salí solito (en chanclas de cuero) de la playa virgen-y-mágica, con un poco del mezcal de los antiguos aún en mi sistema, en forma de molesta resaca. Un pesero me dejó en Puerto Escondido, y no sin cierto trabajo, di por fin con el restaurante El Malecón. Sorprendentemente, estaba ubicado sobre el malecón.

Ubiqué a la señora que la noche anterior había interactuado con el taxista, y se produjo el siguiente diálogo entre nosotros:

-Sí, buenas tardes, señora. Anoche se me ha quedado algo en el taxi de su esposo, y me gustaría tenerlo de regreso. Es algo de gran valor sentimental para mí, sabe usted.
-Ah, bueno, m´ijo, lo que paja ej que io no soy la ejposa de ese señor, soy su querida. Le voa decir io ahorita en donde vive él, pero nomás sí le pido que no le diga que io le dije a usté dónde vivía, ¿oquéi puéj?. Po´que luego a la que se la ajma ej a mí. Tome ujted esos peseros que dicen Miradorej, y dígale al chofer que lo deje en la casa de El caballo. ¿Oquéi puej?
-Oquéi puej, señora. Muchas gracias, acciones como la que usted acaba de hacer labran nuestra escalera al cielo.

El chofer del pesero no comprendía qué podía querer un chilango asoleado con El Caballo, mas me dejó enfrente de la puerta de éste. Yo toqué la puerta, porque eso es lo que se hace con las puertas ya que las tiene uno enfrente. Me abrieron cuatro niños muy chorreados, que le fueron a avisar a su cornuda madre, que a su vez le avisó a El Caballo. (Una nota al margen: La señora oficial era más bonita que la querida, pero supongo que lo que le atraía a El Caballo de ésta última era el glamoroso peligro de la vida de mesera del restaurante El Malecón. But that´s not my business.)

El Caballo apareció en la puerta, en short y camisa de cerveza Sol, y peló grandes ojos de plato. Bajé la vista y comprendí la razón: Traía puestos mis tenis, lavaditos y limpiecitos.
Se disculpó profundamente y me dijo que no había creído volver a verme, por lo que. Yo le dije que estaba bien, que yo lo comprendía.

-Sin embargo, como usted mismo ha tenido oportunidad de comprobar, este es un par de tenis extremadamente cómodos, y por lo mismo me gustaría tenerlos de regreso. Démelos inmediatamente y olvidaremos el asunto. Y yo le sugiero que, por favor, cambie de vida: el adulterio está penado por la ley de Dios y de los hombres.

Resuelta la chapuza de los tenis, me alejé de ese hogar infeliz y decidí que era tiempo de premiarme con una bebida refrescante para combatir al calor achicharrante. Para tal efecto, entré a una tiendita y pedí un gatorade de naranja.

Mas nunca llegué a beberlo, ya que no pude pagarlo, pues había perdido la cartera. Y con la cartera, todo lo que ésta contenía: Mis credenciales, el boleto de camión de regreso, el dinero para pagar lo de mi estancia en la palapa, mis tarjetas chuscas de congales baratos que tanto trabajo me había costado conseguir.

Se me fue el alma a las patotas, el estómago a las piernas, el ánimo a los tenis recién recuperados. Golpes de frente. Dolor, abatimiento. Golpes de frente. Snif. Tenía mis tenis, pero no tenía nada más en el mundo. ¿De qué me servirían ahora mis tenis? Probablemente los usaría para caminar de regreso a casa. Más golpes de frente.

No quedaba más que talonear para el pasaje del pesero de regreso a la playa virgen-y-mágica y ahí ponerles cara de perrito chillón a mis amigos. Aún más golpes de frente.

Lenta, dolorosamente, conseguí talonear el pasaje. Subí al pesero, viendo con lujuria un puesto de paletas junto al paradero (la sed y el calor habían empeorado). Tomé asiento, y sumí la cabeza tristemente.

Y lo que vi en el piso del pesero fue mi cartera. Nunca había salido del pesero que tomé para llegar a Puerto. Ahí estaban, devolviéndome la mirada, mi poder adquisitivo, mis identidades y mis tarjetas de congales que yo creía perdidas.

Inmediatamente bajé del camión y me compré tres paletas, una de uva, una de horchata y una del sabor que el heladero quisiera.

Corte al día de la salida de mi camión. Me iba yo solito, los demás se quedaban. La tarde era tranquila y la hamaca mullida. Pa´acabar pronto: Me quedé dormido quince minutos y perdí el camión. Mas yo razoné:

-El camión tiene que pasar por esta gran carretera, tarde que temprano. Buscaré un tope y cuando vea aparecer un camión que diga México, D.F., me treparé a él. Nada puede salir mal. ¡Ha! La Secretaría de Comunicaciones y Transportes nada puede contra mí.

Más minutos pasaron. Apareció un taxi con dos oaxaqueños, y me dijeron que qué hacía yo ahí. Les expliqué mi situación y mi plan. Me dijeron que el camión se iba por la sierra, no por ahí, y se echaron a reir, actividad que continuaron durante un buen rato. Se quedaron ahí con el carro detenido. Ambos bebían refresco. De vez en cuando me veían y se reían.
La carretera seguía sola, nada pasaba por ella. En un momento dado pasó un sapo junto a mí, pero un sapo en nada ayudaba a mis deseos de viajante.
Eventualmente me convencí de que los taxistas decían la verdad y que el camión jamás pasaría por ahí. Me fui a tomar el pesero a la playa-virgen-y-mágica antes de que fuera demasiado tarde, tuviera que tomar otro taxi, olvidara los calcetines que tanto significan para mí y tuviera que empezar todo otra vez.

En el viaje de regreso me picó una avispa.

Corte a la noche de ese día: Todos mis amigos desperdigados por ahí, yo sobándome el piquete de la avispa, leyendo un libro y tratando de no pensar en mucho mí mismo. Súbita aparición de mi amigo El Pulque, famoso por sus borracheras y porque toca el arpa; despeinado y empanizado de arena:

-Wey, me caí de bruces allá por esa lomita y me encontré un billete de $200 tirados en el sueño. Si quieres te los presto pa que ya no andes gimoteando.
Gracias a la falta de equilibrio y al lindo gesto del Pulque pude comprar un boleto de regreso al Defe. Y regresar a la vida que yo conozco.

Y esa es la verdadera historia detrás de mi recelo a las playas vírgenes-y-mágicas.
(Gracias por leer hasta acá)




Posted by Hello

El Pulque es el de los shortcitos. Los otros dos ni salen en la historia, porque los muy rajones ya se habían regresado al Defe.

12 comentarios:

ictius dijo...

chilangos... se la cura uno.

pero nadie puede negar que tuviste buena suerte. al final nada salio mal, solo te divertiste diferente, conociste y hasta disfrutaste de el libre albedrio de un paletero.

Anónimo dijo...

En defensa de El Caballo.

Para empezar, supongo que El Caballo buscaba mucho más que "el glamoroso peligro de la vida de...", porque ps el que su esposa estuviera más linda que su querida no significa que cogiera más rico, o que fuera más simpática o risueña, o más independiente, o muchas otras cualidades que hacen que una mujer pueda parecerle más atractiva a algunos hombres. Por otro lado el "adulterio" es producto de una sociedad que pena un acto natural, y social, que es el de interesarte (y en diferentes ámbitos, e.g. el deseo (pero también podría ser intelectualmente)) por muchos más que un sólo ser humano.

Por otro lado, Debido a que El Caballo, literalmente se puso en tus zapatos, te invito a hacer lo mismo (pero con sus zapatos) aunque sólo sea metafóricamente. Imagina una vida en la que no puedas coger gritando en tu propia casa porque los niños podrían oír, en la que que haya que dar el ejemplo y no acariciarse lascivamente, en la que el interés, o la pasión, que antes te despertaba la persona con que te uniste, se canalice ahora en responsabilidades y obligaciones económicas, al tiempo que es debida una conducta (aunque sea sólo aparentemente) ejemplar. Ahora piensa que trabajando en un taxi puedes conocer a mucha gente, de repente te encuentras con una chica local con la que congenias de poca madre, y de repente un turista despistado de entre tantos miles que has llevado y nunca has vuelto a ver te deja sus tenis (aunque al día siguiente se las ingenie para recuperarlos), tal vez otros pasajeros menos apegados te han hecho otros regalos de la misma forma, quizá algún Código Davinci, alguna toalla, pareo u otra prenda, algunas monedas salidas de los mal diseñados bolsillos de los pantalones... ¿Quién se va a poner a buscar al dueño, si por eso no pagan y hay que alimentar a media docena de bocas?

Lo que para tí, Mario, fue un día de desconcierto y alegría (pues al final recuperaste todo lo perdido), ¿imaginas lo que fue para el pobre taxista sin tenis, cual caballo sin herraduras? ¿Que no tienes corazón? Además de que las "leyes de dios y de los hombres", son sólo escritos sentenciosos por una serie de obsesos con respecto a la regularidad y uniformidad de las instancias sociales y familiares; y, por si eso fuera poco, como todo mexicano sabe, la ley sólo sirve para romperla.

Saludos
Repunck

El Mareo dijo...

Oh, Emil, no seas regañòn.

Ademàs, se ve que el Caballo se la pasaba bien. Era toda una figura, entre el transporte colectivo porteño. Ademàs su hogar no era tan humilde que digamos: los niños se chorrean sin importar el nivel socieconòmico de los padres. Los niños siempre estàn chorreados.

es mi nombre Berenice dijo...

Me sigue causando ataques de risa a pesar de haberla escuchado hace ya mucho tiempo.

Anónimo dijo...

Bueno, finalmente uno es libre de hacer con su culo un papalote, con tenis o sin tenis, con la mesera o sin la mesera (o con hartas meseras). El amor, el deseo, la pasión u lo que sea viene en diferentes paquetes y ahí sí, es de cada quien o como bien diría mi abuelo que era un gran sabio: "Cada pinche chango a su mecate cabrones"

Anónimo dijo...

No sólo ya me sabía la historia (contada por el protagonista), sino tambien la había escuchado como 6 veces, así que con esta es la octava vez y no he parado de reír... ¿cómo me atreví a ir contigo a otra playa semi-virgen y mágica? ya recordé, después de regresar a casa con otras peripecias, fue cunado me contasté; si soy wey, pero hubiera tomado más precauciones...

diamandina dijo...

No entendí por qué El Pulque enarenado tuvo que prestarte los $200 si ya habías recuperado magicamente la cartera... ¿o es que no los "necestiabas" en realidad y sólo te los dió como compensación a todas las molestias que la vida te ocasiona?

Soy muy mala para la lectura de comprensión.

El Mareo dijo...

El acto del Pulque, como el Pulque mismo, no tuvo razòn de ser ni un fin ùltimo.

Pero fue lindo de su parte, ¿no?

Aaaay, el Pulque.

Carolina Zorrilla dijo...

¡uuf! jadeante llego hasta el final. Está buenísima.

El Mareo dijo...

Ay, qué bueno que les gustó mi chapuza favorita. Me quedó muy bonita, y la verdad es que me costó mucho trabajo hacerla.

Vetusta Moria: La nueva redacción de la participación del Pulque en la aventura debería auxiliar a tu deficiente comprensión de lectura.

rf dijo...

Es una gran chapuza. No sé si es chapuza-chapuza, porque todo se arregla al final, es como una alineación de planetas o algo así, pero está buenísima. Yo también huyo un poco de las playas vírgenes, prefiero las ya trabajadas.

Anónimo dijo...

che Mario quien te viera escribiendo tanto..juar juar juar YA PONTE A TRABAJR ! en ves de andar por ahi con facha de ilustrador por los pasillos de la escuela de artes mas importante de Mexico... sabes que es de cariño verdad marico byeee.. atte. EL RUIDO (nombre real: hEctor REyes)
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