1.- En la apertura de la exposición de Gabriel Orozco en Bellas Artes (no se la pueden perder) me encontraba yo admirando un dibujo a grafito hecho por el artesta en 1982 cuando le comenté a mi amigo Greñas: -Jo, lo hizo en los ochentas; seguramente lo hizo escuchando música bien horrible, onda It was the heat of the moment... Greñas entonces se quedó callado y se empezó a reír, señal que he aprendido a reconocer de que ya la cagué:
-Wey, esto sólo te pasa a tí. Gabriel Orozco estaba parado detrás de tí. Ándale, tienes que subirlo a tu blog.2.- Intentando desesperadamente llegar a Metro Etiopía este Jueves de quincena y salida de puente, dejé el coche en metro Hidalgo para seguir en línea verde a mi destino. Bajándome del coche y guardando mis chunches en la maleta, escuché y vi a un señor chaparrito avanzar trabajosamente por el segmento de la Alameda que solía ser aquel hotel que se cayó en el temblor de 1985. Repentinamente púmbale, el señor chaparrito se cayó de la especie de banqueta compuesta, muy alta, que delimita el mentado terreno (unos 70 cm.). Prontamente acudí a prestarle auxilio (no tan prestamente, me atoré en el cable del iPod), a levantarlo y a decirle cuántos dedos ve. El señor estaba hecho una cuba, y sin embargo su atuendo impecable mas extravagante (saco verde con zapatos café) me prescribió de considerarle un teporocho que no mereciera amor. Le pregunté repetidas veces si quería comer, si quería sentarse, si quería que llamara a alguien, si quería dinero para un taxi. El señor fue categórico:
-Mshbrshrbssh mmetro bsrssjh voysh al mmmetro vivo (hic)en Pantitlán o algo ashí mbrhsj (hic).
Entonces lo llevé al metro, o más bien lo cargué al metro. Se me cayó dos veces, una de las cuales tuve que cargarlo en vilo (los borrachos perdidos incrementan su peso verdadero considerablemente): el punto es que conseguí meter al borrachito al metro. Y más me tardé en meterlo que los policías del metro en quitármelo y sacarlo.
-No, señor, no puede usted entrar así; se va a caer de las escaleras y se va a descalabrar, y aquí el joven no lo va a acompañar hasta su casa. ¿Lo conoce, joven?-No, se me cayó encima del coche.-Ts. No, es que es una responsabilidad muy grande...
En ese momento el señor aprovechó para desplomarse una vez más, y yo me di cuenta que los polis (que hasta eso eran buena onda), tenían razón y yo no podía hacer nada por el señor, y salí corriendo hacia Metro Etiopía.**********Y entonces regresé de Metro Etiopía a Metro Hidalgo a recoger mi coche, y el señor seguía en metro Hidalgo, sentado en las escaleras, agarrando una cajita de la Europea que siempre tuvo consigo, y con unas llaves tiradas entre las piernas. Fue un alivio encontrármelo. Le pregunté una y mil veces a dónde llamar, a dónde llevarlo, si necesitaba dinero, si le pedía un taxi, si quería comer. El señor, nuevamente, fue contundente:
-Brghlsssghl nnno essstoy bien (hic) brrshgh orita se me pasha.
Y entonces decidí que después de todo nomás traía 50 pesos en efectivo (uno de los nuevos billetes de plástico, ni más ni menos), que el señor se había puesto pedo el solito, y que yo le había preguntado más allá del deber si necesitaba ayuda y él me había dicho repetidamente que no, que estaba bien. Así que le deseé muy buena suerte y me fui.
Y yo me pregunto si este mundo no sería un lugar mejor si las Martitas Sahagunes de los esfuerzos antidrogas mundiales no aplicaran mi técnica y preguntaran 10 o 15 veces si los borrachitos y drogadictos necesitan ayuda, y se fueran a sus casas después de la decimosexta negativa.
Probablemente no, pero ¿a quién le cae bien Martita Sahagún?
Post dedicado al Greñas.