En este 2006, me gustaría que supieran...

Lo mucho que odio los negocios que tienen la caja de pago detrás de un cubículo cubierto con cristal de una sola vista, en donde no se puede ver al cajero, sólo al reflejo de uno mismo. Uno no tiene forma de saber si el que está detrás del vidrio es hombre o mujer, niño o anciano, amigo o enemigo. No se sabe si ya lo vieron a uno, si se están comiendo una sopa, viendo las novelas, poniendo caras o teniendo un infarto. No se sabe si decir hola, cht cht, me cobra esto por favor, ¿hay alguien ahí?, o pajarito pajarito.

Pone uno en la entrada el dinero, una mano lo recoge, le hace cosas, y a cambio la mano nos entrega un papelito con garabatos, y algo de morralla cuando es necesario. A veces la mano nos comunica cosas a través de letreros que pegó previamente en el cristal, que tienen la característica esencial de ser groseros y tirar mala onda: Pague con cambio, Por ningún motivo se aceptan devoluciones, Si paga ya se chingó, No haga preguntas a la mano.

Y como dice la cumbia, ¿y todo para qué? ¿Para que el cajero pueda trabajar en pijama? ¿Para que no se vea el tesoro de Smaug que guardan en la caja? ¿Para que un potencial asaltante no sepa a dónde apuntar la escopeta? Si le disparan una escopeta a un vidrio, igual el cajero en pijama se va a morir por los añicos encima del tesoro de Smaug.

Cajas de pagos con vidrios de una sola vista: invento de Satanás, prueba adicional de que la vida moderna está llena de estrés, neurosis y dolor, y una de tantas razones por las cuales me cuesta trabajo despertarme en las mañanas.

-Pus si no le gusta no le cobro