Recordando El Laberinto del Fauno

Un día de la semana laboral me desvelé viendo de nuevo El Laberinto del Fauno: ¡qué buena es! estoy obsesionado con ella. Pobre de la gente que está a mi alrededor, que tiene que sufrir mi fanatismo pasado de moda. Ahora mismo, antes de irme a ver Persépolis*, estoy escuchando el soundrack (el clásico de película de fantasía: coritos femeninos haciendo uum mum umumú, miiiimimimimí, violincitos acá dramaticones y pianos que cambian el ritmo de sopetón).

Recuerden todos conmigo al Coco, el mejor monstruo come niños de todos los tiempos, y eso que ni siquiera se come a un niño en toda la película, dado que la protagonista se le pela:


En mi dibujito de abajo se ve claramente que además de no agarrar niños, es medio pendejón para jugar beisbol, deporte en el que es muy malo tener los ojos en las palmas de las manos.

Sin duda, un monstruo que nos invita a la reflexión.
Próximamente, temas de mayor actualidad.

*No llegué a Persépolis, pero vi Indiana Jones Invade Sudamérica, en donde Steven Spielberg nuevamente demuestra que nació con un gen que le impide hacer las cosas bien, y le llena la cabeza a las multitudes con la muy seria teoría de que los ovnis están detrás de las civilizaciones precolombinas. ¿Qué pedo con ese wey y los extraterrestres? Cree que están detrás de todo, y que es pertinente alabarlos y darles tiempo de pantalla; es como una pequeña quinceañera que cree en la astrología.
Pero la pasa uno bien. Mención aparte merecen los perritos de la pradera animados con CGI que se ve que costaron millones, y que bien podrían no aparecer en absoluto. Esos segurito fueron iniciativa de George Lucas, que extraña hacer Ewoks. Enséeeñales, Guillermo del Toro...