Mario Flores cambia de celular

Finalmente jubilaré mi celular Nokia de hace tres años, reliquia de un mundo perdido, en donde no existían los chips y los teléfonos que sacaban fotos eran cosas de James Bond. Siempre con su tonito del Batman de los sesenta que un día le puso Elena, sus abolladuras, su fondo de pantalla de un lago aburrido (que me recordaba al lago de Twin Peaks o al lago triste de Valle de Bravo) y su único pegol salido de una bolsa de Doritos y puesto ahí para hacerlo más elegantioso.

Será recordado. Siempre tuvo señal, ahí, donde los celulares de chip lloraban por mamá.

Mas nunca debió hacerme enojar perdiendo el uso de la tecla 3 y obligarme a escribir mis mensajes como indito (ej: "¿Ya istás ahí? Istoy apinas in Pirifírico, mi ritrasé, ¡pirdón!")

Próximamente nuevas historias con mi flamante Sony Ericsson W810, y un artículo sobre la vida, obra y muerte de mi primer coche, mi Tsuru 87. Es que todavía no proceso esa pérdida y no me puedo reír de ella.

Alquilo el cadáver para hacer props de naves espaciales retro con habilidad y picardía.