19 oct 2004

Ay. No.

Ya se me fue hasta mero abajo todo el blog. Ahora menos se va a difundir mi palabra, vida y obra. Cuando los señores lo quieran visitar -teóricamente podría pasar-, y al abrirlo sólo vean bolitas multicolores vaciladoras, nada más querrán averiguar.

Acabo de tener un día tenso, lleno de roces, con personas importantes en mi vida. Muchos a mi alrededor cuestionan mis actos. Yo mismo los cuestiono. Podría llegar al extremo de tener que huir a la montaña. O matar. De nuevo.

Hoy en la mañana yo quería subir una escalera en mi escuela. No podía hacerlo, porque había un conjunto de gente platicando a los pies de la escalera que quería subir otro conjunto de gente al mismo tiempo que otro conjunto de gente quería bajar porque ya se habían cansado de platicar con el conjunto de gente de escaleras arriba.
Me llegó por detrás una muchacha-cucaracha, de las que abundan en mi escuela; y tras chocarme-empujarme, se produjo entre nosotros el siguiente diálogo:
-¿Sí me das permiso, por favor? ("¿sí-me-das-permiso-por-favor?")
-Sí, en cuanto me den permiso a mí -le dije, ante su ceguera de
la complicada situación-.
-Pero no tienes por qué ponerte grosero.
-Chinga tu madre.
De veras se lo dije. Ya me felicitaron por mi bravura.

Hoy hizo calor. Mi cuarto tiene propiedades termodinámicas acumulativas: Si cuando hace calor no le abro a la ventana para que se vaya el calor, después me cocino en los grados centígrados de mis pecados. Hoy no le abrí a la ventana, e hizo calor.

Por todo lo anterior -y más-, es que ahora llego a la conclusión de que si tuviera un poquito más de tiempo libre, me deprimiría.

P.D: ¿Alguien sabe cómo demonios sacar al blog de aquí abajo?

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